Es
innegable que los avances tecnológicos del último siglo han supuesto toda una
revolución para el ser humano, que ha visto como su calidad de vida ascendía
hasta límites que nuestros abuelos jamás imaginaron. Pero esto también tiene
sus inconvenientes, no
es casualidad que el daño provocado al planeta en ese mismo espacio de tiempo
se haya multiplicado. Vivimos en una sociedad cada vez más urbanizada y
tecnificada, en la que se contamina más, se crea más basura y se consumen más
recursos naturales. ¿Quiere decir esto que la naturaleza y la
tecnología son incompatibles?
A priori, nadie se esperaría que una planta surgiera del asfalto en medio de la
ciudad. Sin embargo, si nos fijamos en nuestras calles, podremos encontrar
plantas en lugares en los que en principio no deberían crecer, pues no hay
espacio para las raíces ni se dan condiciones favorables.Este poder de la naturaleza para colonizar
los sitios más insospechados nos lleva a una sencilla reflexión¿qué
sería entonces de las ciudades si no estuvieran habitadas o de una carretera si
nadie la transitara?
Con
el paso del tiempo, las calles se cubrirían de musgo y entre sus grietas
empezarían a enraizar árboles que al crecer destrozarían aún más las aceras, el
pavimento o las alcantarillas. Líquenes y enredaderas envolverían los
esqueletos de cualquier cosa, desde edificios hasta automóviles, y con el
aumento de vegetación, las calles se repoblarían de la fauna salvaje propia de la zona. Algo así ya ha
ocurrido en varios lugares del mundo, en los cuales, tras diferentes sucesos,
ambientales o provocados por el ser humano, la naturaleza ha acabado
recuperando su estado anterior.
En
“Las hijas de Tara”, la tecnología y la naturaleza se enfrentan en una lucha
sin cuartel por hacerse con el control del planeta. Es una novela juvenil de
ciencia ficción, que contrapone dos visiones extremas, mezclando ciencia y
magia, en una sociedad que nada se parece a la que conocemos, con unas cuantas
megaciudades que sobreviven al margen de todo lo que sea natural sirviéndose de
avances tecnológicos y científicos para todos los ámbitos de su vida.
Es una lectura rápida, amena y entretenida,
con un trasfondo ecologista y un aire feminista. Mientras sigues a las
protagonistas (por un lado Kim, fiel a una cultura pensada para una sociedad
urbanita, y por el otro Keiko, defensora de una forma de vida centrada en
venerar a la Madre Tierra) podrás encontrar reflexiones que hacen replantearse
hacia dónde estamos llevando a nuestro propio planeta y sobretodo
qué pasará si la tecnología sigue avanzando sin ningún control.
Al final deja un rastro de culpabilidad y a la vez de esperanza al decirnos que
estamos provocando un grave daño al planeta pero que aún estamos a tiempo de
cambiar.
La
convivencia con la naturaleza es una cuestión de supervivencia humana. Es
importante que recordemos que este planeta no nos pertenece, que no vivimos
sólo nosotros en él, que sus recursos son limitados y que no podemos seguir
consumiéndolos como si fueran infinitos.
El
ser humano ha vivido en armonía con la naturaleza durante miles de años y el
reto es volver a hacerlo, ideando formas de conseguir que el avance siga pero
respetando los límites que marca la naturaleza, ya que en el fondo, la solución
no es un enfrentamiento sino un entendimiento. Aunque la Tierra se encuentra sumida en un gran
problema, la tecnología puede ser su principal aliada.
Clara González Pérez
Profesora de Biología del
CEPA Pedro Gumiel
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